Se termina el año, eso es un hecho. Este caracol, sin embargo, atraviesa el calendario sin mas prisa que la que le dicta su propio andar. Llega siempre tarde a las ceremonias y homenajes (o se va antes de que empiezen, según quiera verse) y con su pequeña estela plateada sigue el rumbo incierto pero feliz que le va dictando el camino. Y en el camino que va de la biblioteca a cualquier parte del mundo se va cargando de libros, frases sueltas, anhelos, canciones, mucho polvillo, proyectos inconmensurables y algunos abrazos. Dicen por ahí, en la radio o en cualquier diario, que es tiempo de balances, de contabilizar, sumar y restar y ver qué quedó del año que termina. Pero, se dice este caracol para sí mismo parado sobre su propia y argenta linea del tiempo, ¿cómo meter en un balance las horas y los días de gracias, de compartir, de aprender cómo es esto de caminar sin que nos lleven de la mano, de construirse uno mismo y con otros su propia casa?. Ahí vamos, se dice el caracol mientras levanta su pequeña copa de sidra de manzana que, como todo el mundo sabe, es la bebida favorita de este boletín.
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